Esta es la Semana Europea de la Movilidad, y el 22 será el día Mundial sin Automóvil. Unos días en los que más de una ciudad española, quedará en evidencia ante las ciudades que promueven el uso de la bici con infraestructuras y medidas eficaces, en vez de inaugurar recorridos ciclistas pintados en el suelo, sin sentido aparente para el ciclista.
Valencia cuenta con una red de carril bici envidiable y muy utilizada. No es perfecta, ya que se ha ganado demasiado espacio a costa del peatón, que en algunos tramos se puede ver acosado. Indudablemente, el alquiler público de bicicletas contribuye a su uso masivo.
La ciudad de Dénia, ha gastado más de 600.000 euros en habilitar «ciclocalles» que en la práctica sólo se distinguen del resto de las vías, en la pintura roja del suelo: misma intensidad de tráfico, y poco respeto al límite de velocidad de 30 km/h.
Madrid, cuenta con un maravilloso anillo ciclista de casi 70 km, lástima que esté inacabado, y que las conexiones radiales con el centro, no existan. Tampoco ejes que vertebren la ciudad pedaleando. La calle de Serrano cuenta con un carril ciclista anecdótico, compartido con peatones que esperan a que abra el semáforo. El eje Castellana sería fácil de habilitar, quitándole un carril a los coches. Medida poco popular. De momento.
El domingo pasado, el diario El País publicaba en un interesante artículo, un dato llamativo: en España ya se venden al año más bicicletas que coches. Según el texto, por ahora, la bicicleta no representa una amenaza a la venta de autos, aunque el auge de la bici eléctrica ya está mermando las ventas de ciclomotores. El plan PIVE ha ayudado a que las ventas de automóviles lleguen a las 700.000 unidades al año.
El artículo también refleja la tendencia entre los jóvenes, y seguida por los menos jóvenes, que indica que ya no es necesario poseer un coche para ser feliz.
Añado una reflexión, y es que creo que la bici es más que una moda, más que una estética urbana. Cada vez más ciclistas desafían al mal tiempo, que de eso saben un rato en ciudades tradicionalmente ciclistas como Amsterdam. Y si simplemente es una moda, bienvenida sea, lo mismo ha llegado para quedarse, y empieza a figurar en los programas electorales, antes de que algún concejal venga con algún impuesto para vehículos de tracción humana.
Pingback: Bitacoras.com
Estimado Javier,
Pedalear es la sensación más parecida a una mezcla de libertad y felicidad.
Con la primera BH verde aprendí a pedalear mientras me salían los dientes y abollé el reluciente coche nuevo de mi padre (mi primer acto terrorista contra el mundo motorizado).
Con la segunda BH azul se amplió mi mundo conocido.
Con la ORBEA rojatirandoarosa «de chicas» superé las apariencias y empecé a hacer «machadas» por carretera.
Con la «Demencia Cañí», también conocida como «el hierro» (la primera bici comprada por mi y hecha de piezas sueltas) hice, en pelotas, el kilómetro mil tras 20 días de periplo por España.
Con mi bici de paseo japonesa me jugué el tipo por las calles de Phnom Penh para llevar a mi retoño, sentado en el trasportín, a la escuela.
Ahora tengo otro «hierro japonés» pero éste duerme el sueño de los justos en el aparcabicis de la estación esperando tiempos mejores. Me he autodegradado y ahora viajo en… ¡patineta!
Orbea, BH… dos marcas míticas, de la era anterior al Betadine, que de momento aguantan –y bien– aunque, según el artículo, Asia nos venderá bicicletas a mitad de precio.
Comparto contigo esa sensación de libertad y felicidad sobre una bici. No sé si es el aire fresco en la cara, el ir un poco elevado, apreciar los sonidos, los olores… excepto si pedaleas en una ciudad pestilente en hora punta, aunque también sortear el tráfico lento y llegar donde quieres a la hora que quieres, es libertad.
La patineta no parece una mala alternativa a la bici, aunque imagino que en las cuestas arriba, la cosa se complica.
¡Gracias por compartir tu experiencia ciclista!